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Prohíben a Will Smith de participar en los Oscar durante diez años

Hubo una generación que se fascinó con la bofetada que Glenn Ford le propinó a Rita Hayworth (capaz de hacer un estriptis quitándose… unos guantes) en la película ‘Gilda’, dirigida por Charles Vidor en 1946. Aquella era la impotencia de un machito indignado ante una mujer poderosa. En una nueva demostración de que la realidad es más imaginativa que la ficción, esa escena queda totalmente relegado por la versión verídica contemporánea del bofetón del vengativo Will Smith al chistoso Chris Rock en la reciente gala de los Oscar. La violencia tiene consecuencias y Smith, que ya dimitió de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, recibió este viernes su represalia. Además de aceptar su dimisión, el castigo consiste en diez años de prohibición de participar en programas y acontecimientos de la institución, en persona o virtualmente, incluidos, pero no limitados, los premios de la Academia.

La junta de gobernadores de la Academia lamenta «la conducta inaceptable y dañina» de Smith y reconoce que no intervinieron de manera adecuada durante la retransmisión «para afrontar esta situación». Así se lee en su comunicado, en el que piden disculpas a Chris Rock. Las organización no disponía de mucho más margen de sanción, puesto que no contaban con la posibilidad de suspenderlo o expulsarlo ya que Smith se anticipó presentando su renuncia.

La retirada del Oscar que ganó esa noche por ‘El método Williams’ (‘King Richard’), su retrato del padre de las hermanas Williams, Venus y Serena, mega campeonas en el tenis, había quedado fuera de cuestión. Numerosos expertos señalaron que era indefendible arrebatarle la estatuilla a Smith cuando no se movió un dedo por hacer lo propio con Woody Allen, al que acusan de haber abusado de su hija menor, con Roman Polanski por lo mismo o, aún más grave, permitir que tenga sus Oscar el depredador sexual Harvey Weinstein, caído en desgracia, condenado a casi un cuarto de siglo de cárcel en Nueva York y con más causas pendientes en Los Angeles.

«La acción por la conducta de Will Smith es un paso adelante en un objetivo mas amplio de proteger la seguridad de nuestros artistas e invitados y restaurar la confianza en la Academia. También esperamos que esto pueda ser el inicio de un tiempo de sanación para todos los involucrados e impactados», añade el comunicado.

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La organización tomó su decisión este viernes en una reunión de emergencia, en lugar de esperar al próximo 18 de abril, como se fijó inicialmente. El cambio se produjo porque una vez que Smith presentó su renuncia, por lo que la suspensión temporal o la expulsión ya no eran una opción, dejó de existir el periodo legal de información de quince días que prescriben los estatutos.

Y si algo pretendían sus dirigentes no era otra cosa que cerrar un asunto que, además de dañar la carrera profesional del agresor, también repercute negativamente en una organización que no goza precisamente de prestigio después de un largo periodo de severas críticas por su racismo y discriminación de género en sus reconocimientos.

Sin duda, la noche de los Oscar del pasado domingo 27 de marzo, hora de la costa oeste de Estados Unidos, se ha convertido en la más comentada de la historia y no precisamente por la calidad del espectáculo, ni por los filmes, ni por los ganadores o los perdedores, fin último de la gala.

Habían transcurrido más de dos horas en un ambiente de aparente camaradería, no se olvide que son actores y, por tanto, camaleones, cuando de pronto se produjo la Bofetada. Hay medios en este país que lo escriben con mayúscula por su singularidad, como si fuera un nombre. Pues eso, se produjo la Bofetada y, según han confesado testigos directos, muchos se plantearon si eso era real o se trataba de un montaje entre los dos implicados.

En la disposición a ver un juego contribuyó que resultaba anti ético que un actor como Smith, que había cultivado su imagen de estrella con tanto cuidado durante tres décadas, tuviera una reacción de matón ante un chiste sobre la cabeza calva de su esposa, Jada Pinkett Smith. En verdad sufre alopecia. No se olvide, además, que era el favorito en todas las apuestas para ganar la estatuilla al mejor actor.

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Pero entonces Smith empezó a escupir improperios -«no vuelvas a poner el nombre de mi mujer en tu puta boca»- y se vio que ahí no existía chiste alguno. «¡Esto es real!», exclamó Kevin Costner, y se le escuchó claro en un entorno que de pronto estaba en silencio.

La gala prosiguió. Rock, aguantó con estoicismo, dijo que ese había sido un momento histórico en la televisión y concedió el premio al mejor documental. En bambalinas, sin embargo, se empezaron a mover cosas. El agredido regresó entre bastidores sin ganas de venganza. Aseguran que confesó no saber del problema de Jada y bromeó sobre si mismo: «Me ha dado un puñetazo en la cara Muhammad Ali y no me ha hecho ni un rasguño». Will protagonizó en 2001 una película biográfica sobre el boxeador «más grande de todos los tiempos».

La policía de Los Angeles, desplegada en el Dolby Theatre por cuestiones de seguridad en un acontecimiento de este tipo, ofreció a Rock la posibilidad de presentar denuncia. Los agentes le plantearon que podían detener de inmediato a Smith. Rock no quiso presentar cargos y se opuso a que se llevaran de la sala por la fuerza a su colega,

Furiosos con la acción de Smith por la violación del decoro y preocupados porque esa agresión oscureciera el resto de la velada, y una vez que a los diez minutos se produjo el primer intermedio para publicidad, Dawn Hudson, directora ejecutiva de la Academia, y David Rubin, su presidente, se dirigieron a Meredith O’Sullivan, manager de Smith, y le indicaron que querían que el actor abandonase el teatro sin demora.

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O’Sullivan se lo planteó y Smith lo rechazó. Pero, mientras que el productor de la gala, Walte Packer, defendió que el agresor debía continuar en la ceremonia, por temor a la reacción que suscitase, la Academia emitió un comunicado a los tres días en que recalcó que pidió a Smith que se fuera y este no quiso. Pero no está claro que fueran los directivos los que se dirigieron directamente a Smith, sino que fue a través de su colaboradora.

El caso es que Smith ganó el Oscar y en su discurso, en el que había prometido excusarse. todavía fue más provocador al afirmar que había hecho como Richard Williams en defensa de la familia. Según su película, Richard Williams rechazó siempre la violencia.

Para el analista Bill Carter, la Academia perdió buena parte de su legitimidad al no sacar de inmediato al agresor de la sala y, por tanto, permitirle que hiciera su discurso. Una vez ocurrido esto, la institución perdió capacidad de castigo, remarcó Carter. Al revés, a la Academia le llevó varias horas condenar condenó la agresión. Entonces señaló que podría haber manejado la situación de otra manera y comunicó que abría un expediente sancionador por conducta abusiva y amenazante.

Pero fue a Smith el que le llevó mas tiempo, casi un día, pedir disculpas a Chris Rock. El agresor, que ha visto como le aparcaban futuros proyectos, presentó luego su dimisión, sabedor que se jugaba una expulsión de la Academia. Es lo que denominan control de daños.